Lectura: Salmos 42:1-4

Somos criaturas llenas de necesidades, tal es nuestra fragilidad que, sin aire, sin agua o comida en cantidades suficientes moriríamos.  Además de estas necesidades absolutamente básicas, tenemos muchas otras que deben satisfacerse de manera adecuada si queremos mantenernos saludables y felices.  Tenemos necesidades que no solo se quedan en lo físico, también existen las emocionales y las sociales.

Cualquiera que piense que esas son nuestras únicas necesidades, está pasando por alto nuestra necesidad más esencial.  Todos necesitamos a Dios, por ejemplo: necesitamos que Dios nos enseñe a dar porque muchas veces parece que no somos capaces de hacerlo; necesitamos que Dios nos ayude a ser amables, pues la mayoría de las veces pasamos por la vida sin dar las gracias por las acciones recibidas; necesitamos que Dios nos ayude a amar, pues parece que hemos olvidado decir que amamos a esas personas que nos acompañan en el transcurso de esto que llamamos vida.

Es importante que reconozcamos nuestra necesidad de Dios; en nuestra lectura devocional en el Salmo 42, leímos que el autor definitivamente si lo creía: “Mi alma tiene sed de Dios…” (Salmos 42:2).  Este vacío solo puede ser satisfecho mediante una relación personal y creciente con el Señor; cuando reconozcas tus fallas y creas que Jesús te perdonará, Él lo hará, para que luego llegue a morar a tu vida el Espíritu Santo (Juan 16:7-8); Él te dará la capacidad de ser amable, generoso, amoroso y muchas otras cosas que no son naturales en ti; de esta forma mostrarás cada día que quieres seguir a Jesús y reflejarás en tu vida el carácter y prioridades de Cristo.

  1. Jesús es el único quien verdaderamente puede satisfacer tu necesidad más esencial.
  2. No sigas buscando en los lugares equivocados, Jesús siempre ha estado ahí.

HG/MD

“Como ansía el venado las corrientes de las aguas, así te ansía a ti, oh Dios, el alma mía” (Salmos 42:1).