Lectura: Habacuc 3:16-19
Hay noticias que cambian la vida. Esa fue una de ellas, inesperada, impactante, al recibirla, lo único que podía procesar el cerebro fue ¡no puede estar sucediendo!, y la respuesta natural del cuerpo fueron las lágrimas que fluyeron con gran rapidez, imposibles de reprimir. Las preguntas inundaban la mente, y el temor por las consecuencias abrumaba su corazón. Hasta ese momento durante ese día todo iba bien, cuando de repente la vida fue interrumpida y cambió para siempre sin previo aviso.
Y es que las circunstancias difíciles nos visitan de muchas maneras: una enfermedad, la pérdida de un ser querido, del trabajo o un robo. Esto puede pasarle a cualquiera y en cualquier momento.
Aunque el profeta Habacuc sabía que se aproximaba una tragedia en la vida de su pueblo, el temor se apoderó de su corazón. Mientras esperaba el día en que Babilonia invadiría el reino de Judá, su corazón latía fuertemente, y le temblaban los labios y las piernas (Habacuc 3:16).
Dios nos brindó la emoción del miedo como una respuesta totalmente normal y esperada frente a las tragedias; pero no tiene por qué inmovilizarnos. Cuando no entendemos las pruebas que estamos atravesando, siempre podemos recordar cómo ha obrado Dios en la historia (Habacuc 3:3-15). Eso fue lo que hizo Habacuc; y aunque no disipó sus temores, esto le brindó el valor requerido para seguir adelante y alabar al Señor (Habacuc 3:18).
Dios siempre ha sido, es, será fiel y estará con nosotros. Como su carácter no cambia, cuando tenemos miedo podemos decir con la voz tranquila de la fe: “El Señor es mi fortaleza”.
- Señor, ayúdame a confiar en ti cuando toquen a mi puerta esas noticias que cambian la vida.
- Cuando pases por las diversas pruebas de la vida, recuerda cómo ha sido fiel el Señor a lo largo de tu camino y que seguirá siendo fiel.
HG/MD
“Con todo, yo me alegraré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación.” (Habacuc 3:18).





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