Lectura: Mateo 4:1-11

Cuando al pequeño Daniel le regalaron para su cumpleaños un automóvil de juguete de radio control como el que también tenían sus amigos, saltaba de alegría y de inmediato lo sacó de la caja y lo condujo por todo el jardín de su casa.  Al día siguiente también jugó por un rato con el auto, pero luego de un momento empezó a jugar con otro juguete, entonces su papá le preguntó: “¿Ya no te hace feliz tu auto a control remoto?”.  Entonces, rápidamente contestó: “No tanto como ayer”.

Este mundo constantemente nos ofrece muchas oportunidades de felicidad temporal, es por eso que aun las cosas que creemos más maravillosas, como: ropa nueva, teléfonos inteligentes, placeres, posesiones, entre muchas otras cosas o experiencias, nunca podrán darnos una felicidad profunda y duradera, ni llenarán nuestros corazones.

Cuando recordamos la tentación de Jesús, vemos que el enemigo lo tentó con cosas o situaciones que en verdad tentarían a cualquier persona; por ejemplo, luego de 40 días con alimento y bebida limitadas, por supuesto tendría mucha hambre (Mateo 4:2), entonces el enemigo intentó “satisfacer” su necesidad (v.3). Sin embargo, Jesús respondió sabiamente citando Deuteronomio 8:3: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (v.4).

El Señor no estaba diciendo que para alimentarnos debemos comer otras cosas además del pan, sino que debemos vernos de forma integral, como seres materiales y espirituales; por lo tanto, al igual que necesitamos alimentos físicos que nos sustenten, también necesitamos de alimento espiritual que fortalezca nuestra alma.

  1. La verdadera satisfacción sólo la podemos encontrar en Dios.
  2. Los bienes materiales si bien nos hacen más cómoda nuestra estancia en este mundo, nunca deben ser un fin en sí mismo, debemos entender que existe algo mejor que sólo puede ser encontrado en una relación constante y creciente con Dios.

HG/MD

“Pero él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).