Lectura: Salmo 95:1-11

En Seattle, Washington, hay una casa construida mayormente de cristal tanto por dentro como por fuera.  En su interior hay miles de objetos de cristal, las luces ayudan a reflejar la belleza del multicolor material; los lavamos, repisas, estantes, escaleras, en fin, todo está hecho de diferentes tipos y grosores de vidrios en su interior.

Quizás pienses que sus dueños pasan estresados evitando que algo se vaya a romper, pero es todo lo contrario, ellos invitan a los visitantes a caminar libremente por toda la casa.  Su motivación no es acumular, sino compartir con otros su colección, ellos dicen que no son los dueños, tan sólo son los cuidadores.

El comentario de los dueños de esta colección, reflejan un principio bíblico que se aplica a todas nuestras posesiones; en realidad no somos dueños de nada, tan sólo somos administradores temporales o cuidadores de las bendiciones de Dios.  Aunque algunos puedan decir que legalmente son dueños de posesiones, como creyentes debemos entender humildemente y reconocer la siguiente verdad como lo hizo David: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que lo habitan.” (Salmos 24:1).

Dios es quien realmente tiene el título de propiedad de la tierra en la que vivimos, todo lo que existe incluido por supuesto lo que poseemos, le pertenece.  Él amorosamente nos permite usar y administrar los recursos de este mundo por el tiempo en que vivimos (Génesis 1:28).

  1. ¿Estamos siendo generosos y sabios administradores de lo que el Señor nos ha provisto?
  2. Todo lo que tenemos es un préstamo del Señor.
  3. Las bendiciones físicas son de sus mejores regalos. Compartir con otros las maravillosas bendiciones de las cuales gozamos, debe ser uno de nuestros regalos para Él.

HG/MD

“Porque, ¿quién soy yo, y qué es mi pueblo, para que podamos ofrecer espontáneamente cosas como estas, siendo todo tuyo, y que de lo que hemos recibido de tu mano, te damos?” (1 Crónicas 29:14).