Lectura: Romanos 8:1-39
La mayoría de nosotros, si somos completamente sinceros, tuvimos algún tipo de rebeldía en la adolescencia, ya fuera porque no queríamos obedecer, porque pensábamos que sólo nuestra forma de pensar era la correcta, o que había otras cosas mejores que hacer que ir a la secundaria o la universidad; incluso algunos abandonamos la iglesia pensando que en el futuro ya habría tiempo para Dios.
En mi caso, con el paso de los años entendí que había actuado mal, pero algo me mortificaba diciéndome que Dios estaba enojado conmigo. Creía que Dios me había desechado o que al menos estaba en el fondo de su lista de creyentes. Puede ser que tú te sientas igual. Pero, ¿por qué tenemos tantas dudas acerca del perdón de todos nuestros pecados y, por tanto, anidamos dudas acerca de nuestro destino eterno? Creo que existen varias razones:
- Satanás usa la culpa pasada y los errores presentes para hacernos sentir inadecuados para el cielo.
- Nuestra propia conciencia nos recuerda nuestros pecados pasados y cómo vivíamos.
- Los amigos no cristianos y muchas veces los cristianos, señalan nuestras incoherencias.
Pero, te invito a leer Romanos 8:1 nuevamente: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”, y luego continúa leyendo el resto del capítulo que termina con estas palabras: “ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Estamos cubiertos en Jesús por fe, por el perdón de nuestros pecados. El sacrificio y pago de Jesús en la cruz fue tan completo que lavó todos nuestros pecados. No queda ni una sola pieza de evidencia para condenarnos. La respuesta de Dios a nuestros miserables fracasos si de verdad hemos puesto nuestra fe en Él y aceptado su regalo de salvación, nos hemos arrepentido del mal camino en que andábamos y le seguimos, a pesar de que a veces caigamos, por supuesto habrá disciplina (Hebreos 12:6-7), pero finalmente la respuesta siempre será la gracia (Efesios 2:8-10).
La gracia es el favor de Dios y la bondad hacia nosotros a pesar de nuestros fracasos. Los pecados de nuestro sórdido pasado han sido borrados de nuestros archivos por la sangre de Jesucristo.
- Cuando la culpa pasada y los errores presentes te hagan sentir inadecuado para el cielo, aférrate a estas cinco garantías:
- Dios me ama incondicionalmente. Su amor no tiene segundas intenciones (1 Juan 4:7-9).
- Mi salvación no se basa en mi desempeño, sino en su sacrificio perfecto, y es segura (1 Pedro 3:18).
- Jesús entiende mis debilidades humanas (Hebreos 4:15).
- Jesús no tiene resentimientos contra mí (Mateo 11:28).
- Jesús ya ha asumido mi castigo (Isaías 53).
2. Dios nos da tranquilidad cuando nos asegura: No estoy enojado contigo (Romanos 8). Sobreabundo Su gracia (Romanos 5:20-21).
HG/MD
“Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).