Lectura: Juan 14:1-12

En una conversación de esas que se entablan cuando conoces a alguien en un parque, una actividad o en el trabajo, luego de enterarse de su fe en Jesús le preguntaron a una creyente: “¿Es usted de esas personas que creen que Jesús es el único camino al cielo?”, e inmediatamente le dijeron: “Porque sabe, eso deja muy furiosas a las personas en estos días”.

Casi inmediatamente la creyente respondió con voz calmada y agradable: “Jesús no es exclusivo.  Él murió para que todos pudieran venir a Él y ser salvos”.

Sin duda el cristianismo no es un club exclusivo limitado tan sólo para ciertas personas con un perfil casi perfecto.  Cualquier persona es bienvenida a su lado, sin importar, tamaño, nacionalidad, lenguaje, ni clase.

Aunque esta es una increíble realidad, muchas personas se molestan y ofenden al leer: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).  A pesar de lo que cualquiera pueda creer, este versículo muestra una gran verdad, todos somos culpables, somos pecadores, no puedes ayudarte a ti mismo, este problema tenía que ser atendido y Jesús lo hizo.

Jesús, Dios encarnado, vino a este mundo para pagar el precio y castigo que había por tus errores, con Su muerte, para luego resucitar triunfante.  Ningún otro líder de la historia ofrece lo que Jesús te está ofreciendo: perdón, salvación y victoria sobre la muerte.

Ciertamente el evangelio es ofensivo para algunos porque muestra al ser humano tal y como es, una raza caída, pero también muestra la solución, el gran amor de Dios quien llegó hasta el punto de venir y atender nuestro problema: el pecado.

  1. Mientras el pecado sea el problema, el mundo necesitará a Jesús, Él no es exclusivo, tú también puedes ser parte de Su reino.
  2. No rechaces el evangelio porque no te gustan las malas noticias que trae, alégrate porque si reconoces tu necesidad de Él, las buenas noticias sobrepasarán eternamente a las malas noticias.

HG/MD

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).