Lectura: Efesios 4:17-32

Mi amigo y yo estábamos nos detuvimos a charlar un rato en el estacionamiento de un restaurante en el que acabábamos de almorzar. Mientras estábamos discutiendo el daño que un espíritu amargo puede causar, él sacó su Nuevo Testamento y leyó solemnemente Hebreos 12:15: “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos”.

Han pasado muchos años desde esa conversación, y la triste verdad de ese llamado de atención, se ha comprobado en varias ocasiones en mis experiencias ministeriales.  La amargura es un veneno, y si no se purifica a través de la oración, la confesión y el perdón, es capaz de hacer un gran daño emocional y destruir relaciones. Un poco de rencor que se encona puede convertirse en un cáncer devastador para el alma. Es por eso que el consejo en Hebreos de tener cuidado debe de mantenernos siempre en estado de alerta.

¿Te has aferrado a una mala memoria, a algún evento o a alguna crítica? Como Pablo dijo en Efesios 4:26, “No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados”. Debes  tomar las medidas adecuadas para resolver el problema de inmediato.

Guardar rencor envenena nuestras vidas espirituales. Con la ayuda del Espíritu Santo, vamos a arrancar de raíz cualquier amargura asociada a esos momentos. Es increíble la alegría que será para nuestras vidas cuando le permitamos a Dios purificar el veneno de la amargura.

1. ¿Qué vamos a hacer cuando alguien peca contra nosotros? (Lucas 17:3-4). Según Jesús,
¿cuántas veces debemos perdonar? (Mt. 18:21-22).

2. Para deshacerse de las malas hierbas de la ira, desentierra las raíces de amargura y tíralas lo más lejos posible.  En estas épocas navideñas, hagamos una pausa para meditar en nuestro año y si es necesario aprovechemos para perdonar.  Te sentirás liberado cuando logres hacerlo.

NPD/VCG