Lectura: 1 Juan 1:5-2:2

Leí hace poco un artículo que hablaba del perdón. En él se contaba la historia de dos personas, una de ellas era un ladrón quien por muchos años se había dedicado a delinquir, y la otra era una mujer quien se había dedicado a la prostitución.  Un día ambos oyeron el mensaje de salvación, pero, la reacción natural fue preguntarse, ¿cómo podrá Dios perdonarme después de haber vivido una vida tan ofensiva para la sociedad? Aunque habían leído en la Biblia sobre el perdón de Dios, aun así, se sentían sucios.

Luego de meditar en estos dos casos surge la pregunta, ¿Habrá algo demasiado difícil para Dios?  Detente un momento y analiza, ¿qué es realmente imposible para Dios?

Estas personas pensaron que habían cometido pecados demasiado grandes como para que fueran perdonados por Dios; la realidad es que, al reaccionar de esta forma, estamos dudando de Dios mismo, pues con esta forma de pensar estamos diciendo que Dios no es lo suficientemente poderoso como para perdonar.

Al hacer esto, además nos saboteamos a nosotros mismos, al limitarnos de gozar los grandes dones de una limpia conciencia y comunión con Dios (1 Juan 1:5-10).

¿Está tu corazón atrapado por las frías garras de la culpa? ¿Estas engañándote al creer que no mereces el perdón y el gozo que provienen de Dios?  ¿Se te está olvidando que el perdón de Dios no se basa en lo que tú hagas, sino en lo que Dios hizo en la cruz, y al resucitar tres días después?

  1. La maravillosa gracia de Dios no depende de ti, es un regalo de Dios (Efesios 2:8-10).
  2. Cuando Dios te perdona, también es hora de que olvides y te perdones.

HG/MD

“Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios.  No es por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9).