Lectura: Hechos 14:1-7,19
Un amigo me contó que una vez, estando sus hijos aun pequeños, su esposa cayó en cama enferma con una fuerte gripe. Trató de reemplazarla lo mejor que pudo, sin embargo sus hijos no estaban cooperando. Pasó mucho tiempo jugando con ellos, y parecían decididos a hacer su mejor intento por generar la mayor cantidad de ruido y el mayor desorden del que podía tolerar este pobre hombre. Se preguntaba a sí mismo ¿por qué no podían calmarse y ayudarlo más? ¿Por qué no podían ser un poco más considerados por amor a su madre enferma …y por amor a él?
Esto me hace pensar en mi relación con Dios. Siendo totalmente honesto, la mayoría de las veces lo trato de la misma forma en la que estos niños trataron a mi amigo. Por ello Dios tiene todo el derecho de estar irritado conmigo o afligido por mi conducta, debido a mi poca sensibilidad y clara falta de agradecimiento.
Decidí hacer un pequeño estudio de los pasajes de la Biblia, que nos hablan de hacer algo por amor a Dios, algo que a Él le agrada. Escudriñando este tema en la Biblia, pasé por las vidas de Pablo, Pedro y Esteban; estos hombres durante sus vidas se arriesgaron a seguir a Cristo a pesar de las consecuencias por amarlo. Para ellos el seguir a Cristo era un estilo de vida, no eran tan sólo palabras sin mucho eco. Por ejemplo el apóstol Pablo sufrió por su amor a Cristo, tal como lo leímos en el pasaje de hoy, fue apedreado y dejado por muerto, debido a que se atrevió a compartir las buenas nuevas del evangelio con quien quisiera escucharlas (Hechos 14:19).
- ¿Cuánto de lo que decimos y hacemos realmente proviene de nuestro amor por Dios?
- Jesús dio todo por ti y por mí. ¿Estamos dando nuestro todo por Él?
HG/MD
“Y esta es mi oración: que su amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo discernimiento” (Filipenses 1:9).