Lectura: Lucas 2:1-7
En algunas ocasiones me detengo a ver a las personas pasar, y por supuesto, frente a mi desfila todo un sin número de tipos de personas: trabajadores, estudiantes, deportistas, niños, jóvenes, ancianos, altos, bajos, pero cada uno camina concentrado en sus problemas, por ejemplo, pensando en que van tarde al destino al que se dirigen, en lo que estará pasando en sus casas, si irán a perder el empleo, o si obtendrán buenas calificaciones en los exámenes; pero pienso: ¿Habrá alguno que piense en Dios?
Como creyentes en la Biblia, creemos que existen dos tipos de mundos que son muy reales, el material y el espiritual, el primero compuesto por todo lo que vemos, sentimos, percibimos, experimentamos, y el otro, que está formado por ángeles, fuerzas espirituales y lugares de ubicación desconocida llamados cielo e infierno. Ambos mundos existen paralelamente. Nosotros habitamos el mundo material, pero algún día también queremos ser partícipes del mundo espiritual.
La Natividad cambió el rumbo de las cosas, y en su relato encontramos la lucha que se desencadenó cuando el Señor de ambos mundos descendió a vivir según las reglas de uno de ellos. En Belén, ambos mundos se unieron, se alinearon, tanto así que hubo un coro de ángeles que estalló en un cántico espontáneo, cántico que no sólo perturbó a algunos pastores, sino también a todo el universo (Lucas 2:13-14); y treinta y tres años más tarde, el Señor terminó de cambiar todo para siempre.
- Un día muy cercano el Señor volverá de nuevo físicamente a nuestro mundo, hasta entonces, nuestra esperanza es vivir un día a su lado.
- Mientras estamos en este mundo, nuestra misión es conocer de Dios y compartir las buenas nuevas de salvación con otros que aún no lo conocen.
HG/MD
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!” (Lucas 2:14).