Lectura: Apocalipsis 1:9-18

Basta con dar un vistazo para darse cuenta que la mayoría de las grandes religiones del mundo, adoran a un líder que llevó la batuta de su movimiento mientras estaba en vida; e inclusive, aun muertos, muchas personas siguen adorándolos.  No obstante, el cristianismo es diferente pues declara su fe en un Salvador que vivió entre nosotros y murió como nosotros, pero hizo algo que ninguno de nosotros ha podido hacer, vencer a la muerte y resucitar.

Un misionero estaba compartiendo su fe con personas que no creían en el cristianismo, entonces les compartió una pequeña historia: “Supongan que están viajando por un camino nuevo para ustedes, entonces, en algún momento de su viaje llegan a un lugar donde el camino se divide en dos y no tiene señalización ¿qué harían? Por supuesto, tratarían de encontrar a una persona que los ayudara. No muy lejos, ven a dos personas sentadas, y cuando llegan hasta donde se encuentran, descubren que uno está vivo y el otro muerto, ¿a cuál le pedirían que los ayude a decidir por cuál camino seguir?  ¿Al vivo o al muerto?  Hasta la pregunta es tonta.  Las personas que lo estaban escuchando, al unísono dijeron: “¡Al vivo!”.  El misionero replicó: entonces, ¿por qué siguen a un líder que está muerto y no a Cristo, que está vivo?”

Por supuesto, el último elemento que veremos esta semana es la resurrección, la cual fue un evento real y físico.  Si rechazamos esta doctrina central del cristianismo, de nada nos servirá creer el resto de lo que la Biblia dice.  Si Jesús no hubiera resucitado, habría roto su promesa, habrían fallado las profecías con respecto a su vida, muerte y resurrección y, por lo tanto, su sacrificio no valdría nada.

Una vez, le preguntaron a una niña quien todos los días tenía que pasar cerca de un cementerio, si le daba miedo pasar cerca de ese lugar.  La niña de una forma contundente dijo: “¡Oh no, mi casa está justo después!”

  1. Al igual que esa niña, no tenemos nada que temer sobre la muerte, pues nuestro verdadero hogar y vida, se encuentran justo después de encontrarnos con ese momento de la vida.
  2. Porque Jesús vive, nosotros, los que hemos depositado nuestra confianza y fe en su obra redentora, también viviremos.

HG/MD

“Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20).