Lectura: 2 Corintios 4:7-12

Todos los que decidimos seguir a Cristo como nuestro Señor y Salvador, de una u otra forma hemos percibido que somos juzgados por mostrar nuestra fe en Cristo, aun hasta por personas que dicen también seguir a Jesús.  Incluso si eres una persona activa en tu iglesia local, en ocasiones puedes haber sentido que tu servicio es poco reconocido.

Es normal sentirse de esa forma, aunque ello no debe llevarnos a las puertas de una depresión o inactividad, los creyentes hemos sido llamados a mostrar el carácter y prioridades de Cristo (1 Corintios 11:1); y entre esas características que estamos llamados a imitar, está la de tener un espíritu humilde y sumiso (Filipenses 2:5-8).  Si bien es cierto que nuestro Señor tan sólo murió una sola vez en la cruz del calvario, en un sentido más amplio, Él también moría cada día negándose a sí mismo y esto se lo transmitió a los primeros discípulos: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23).

La cruz fue la culminación de una vida de servicio sufriente, Él estuvo dispuesto a que lo mal interpretaran e incluso a que lo difamaran, renunció a su hogar y a las comodidades que tenía para asumir un papel de siervo por amor a nosotros.  Con este ejemplo de servicio desinteresado el Señor nos desafía a hacer lo mismo por amor a Él (Colosenses 3:1-15).

Cuando morimos con Él (Romanos 6:3-14), nuestro regalo de parte de Dios es “la vida de Jesús” manifestada a través de nosotros (2 Corintios 4:10).  Es la mejor vida, con un entendimiento sobre lo maravilloso de crecer, en el tanto y el cuanto tengamos una relación creciente con Dios (Gál.2:20).

Un antiguo refrán dice que: “una imagen vale más que mil palabras”.  La imagen que reflejes hacia los demás: con tus acciones, dependencia y tranquilidad, tendrá un impacto más grande que miles de palabras que intenten explicar tu relación con Jesús.

  1. Cuando otros puedan ver a Cristo dentro de ti, sabrás que estás haciendo las cosas bien.
  2. Vivir a diario por Cristo, nos exige morir a nosotros mismos cada día.

HG/MD

“Siempre llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús por todas partes para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús” (2 Corintios 4:10).

Foto crédito: www.LumoProject.com