Lectura: Salmos 88-1-18

El escritor inglés Samuel Johnson (1709-1784), era bien conocido por su ingenio, sensibilidad y conocimiento de muchas ramas del saber humano.  Él tenía la opinión de que la soledad es uno de los mayores ingredientes de la depresión; por ello muy a menudo invitaba a personas sin hogar a su casa para tener una cena, con tal de sentirse acompañado.  También en algunas ocasiones mostró su honesto temor a la muerte.

No obstante; muchos escritos señalan a Johnson como una muestra ejemplar del “amor a la vida”.  Lo definen como: “un moralista cristiano con una firme convicción de la realidad del pecado y la redención que se obtiene mediante la fe en Jesucristo”.  Adicional a ello se decía que: “su fe prevaleció” porque cuando supo que estaba muriendo, se negó a tomar narcóticos porque había orado para “poder entregar su alma despejada a Dios”.

En mi vida he conocido a muchos buenos creyentes que pasaron por repetidos ciclos de dolor, gozo, tristeza, alegría, y esto no tiene nada de malo.  Algunos de ellos se aferraron a su fe en sus últimos momentos, pasando periodos extensos de estudio y oración, lo cual sabiendo que les faltaba muy poco en este mundo, se convirtió en un bálsamo para su alma debido a que seguían viviendo para Dios. La paz de Dios llenó sus corazones (Filipenses 4:7).

No estamos diciendo que abandones tus tratamientos médicos, estamos animándote a que en medio de esos momentos difíciles, nunca olvides que el Señor está siempre a tu lado (Salmos 23:1-6).

  1. El Señor sigue siendo nuestro amado y buen pastor, quiere guiarte en todo tu camino en esta vida, aun en los momentos finales.
  2. Cuando tu vida se llene de sombras, recuerda de quien proviene la luz verdadera, pídele que te alumbre. “Yo he venido al mundo como luz para que todo aquel que cree en mí no permanezca en las tinieblas” (Juan 12:46).

HG/MD

“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).