Lectura: 1 Samuel 11 –13.

En la mitología griega se cuenta la historia de Midas, rey de Frigia, era hijo del rey Gordio y de la diosa Cibeles. Un día Midas le hizo un gran favor a Sileno, dios de los bosques. Entonces Sileno lo recompensó concediéndole un favor, cualquiera que el rey le pidiera. ¿Qué pidió Midas? Haciendo resaltar su carácter codicioso, pidió que se convirtiera en oro todo lo que él tocara. Pero ese poder resultó ser su Némesis, (la diosa griega de la Venganza y de la Justicia distributiva), pues le costó caro.

Por no pensar en las consecuencias de su petición, Midas comenzó a verse en graves problemas. Al tocar el pan, lo convirtió en oro y así con todo lo que tocaba.  Y como toda tragedia griega sus problemas llegaron a un climax al convertir en oro a su hija cuando esta se le acercó para abrazarlo.   La historia dice que curó al bañarse en las aguas del río Pactolo, desde ese momento las arenas del río contuvieron oro.

Muchos y muchas como Midas, no quieren aceptar el verdadero valor de lo que tienen al alcance de sus manos.  Quieren convertirlo todo en oro o en ganancias temporales.  Debido a esa codicia sacrifican lo más importante que tenemos como seres humanos nuestra  familia, honor y conciencia.

Estos capítulos nos siguen narrando las consecuencias que estaba cosechando Israel al haber escogido a un rey (líder) carnal, su rey Saúl.

1.     ¿A quién se debió la victoria de Saúl sobre los amonitas?  ¿Esto demostró que Dios aún estaba con Saúl?

2.     ¿Qué hizo Samuel para hacerles ver la seriedad de la decisión de tener a un rey humano en vez de Dios como su Rey? ¿Qué principios aprendemos acerca de las decisiones en la vida?

3.     Muchas veces tomamos decisiones al calor del momento.  La precipitación nunca es buena consejera, pues muchas veces actuamos por lo urgente y olvidamos lo importante. ¿Por qué crees que Samuel tardó tanto en llegar a su cita con Saúl y el ejército?  ¿Por qué fue tan mala la decisión de Saúl?

4.     ¿Por qué fue Samuel tan severo en su castigo contra Saúl por algo aparentemente sin importancia? Recordemos los casos de Nadab y Abiú (fuego extraño – Levítico 10:1).  Moisés y Aarón (golpear la peña 2 veces – Nm.20:1-13; Stg. 3:1).  Por ello debemos pensar muy bien antes de aceptar una posición de tanta responsabilidad delante del Señor (1 Tim. 3:1-7)  ¿Cuándo fue la última vez que oraste por tus líderes (1 Tim. 2:1-4)?