Lectura: Juan 16:5-33
Suele suceder que para muchas personas los días luego de la Navidad, sean muy difíciles. Por ejemplo, un creyente desalentado me compartió lo siguiente: “Sabes, la venida de Cristo a la tierra y en específico a mi vida, ha producido muy poca diferencia, ya que todavía tengo muchas pruebas”.
Está es una de las quejas más comunes entre creyentes y nos debe hacer pensar en la verdadera diferencia que se produjo, a partir del hecho de que Cristo si habitó entre nosotros:
- La primera, Jesús no se quedó como bebé. Él creció y se fortaleció en Espíritu (Luc.1:80), para posteriormente ejercer el ministerio a tiempo completo, enseñando y mostrando que Él era el Mesías prometido (Mateo 9:35).
- Segundo, nuestro Señor no se quedó en la tumba. Resucitó para llegar a ser nuestro Salvador (Mateo 28:1-7; Apoc.1:18).
- Tercero, el Cristo resucitado no se quedó en la tierra. Jesús ascendió al cielo para prepararnos un lugar y nos envió al Espíritu Santo que mora en nosotros (Juan 14: 2, 25, 26; Hechos 1:9).
- Y cuarto, el Señor que ascendió a los cielos, no se quedará allí. Volverá para llevarnos a nuestro hogar celestial (1 Tes.4:13-18) y luego regresará triunfante en su segunda venida a la tierra (Hechos 1:11; Mateo 24:30; Apoc.19:11-16).
Por supuesto, la llegada del Señor a la tierra marcó un antes y un después en la historia humana; no obstante, esto no significa que vayamos a tener una vida sin problemas. El mismo Señor que nos habló de vida eterna (Juan 3:16) nos habló de la realidad: “…en el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33). Así, podemos estar seguros de que a pesar de los problemas de la vida, tendremos la presencia del Señor a nuestro lado y comprenderemos que este mundo de angustias es temporal; nosotros tenemos una esperanza celestial, lo cual es motivo suficiente para mantener el gozo en nuestra vida.
- En lugar de quejarnos por las pruebas, podemos poner en ejercicio nuestra fe, dando ejemplo a otros de que hemos confiado en el Dios verdadero.
- Si hemos puesto nuestra fe en Cristo, todo lo demás pasa a un segundo plano.
HG/MD
“Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo!” (Juan 16:33)