Lectura: Efesios 2:1-10
Un amigo me contó que un día al regreso de su trabajo se encontró con una agradable sorpresa, en la mesa de la oficina en su casa había unas galletas. Y junto a ellas había una nota de su hija, que decía lo siguiente: “Querido papá, hice esto para ti, con mucho amor”.
Por supuesto que él no le había dicho que las hiciese. No tenía que hacerlo. Simplemente las horneó y se las dejó en su oficina.
Pero ¿por qué se preguntará alguno? ¿Tal vez quería ganarse su favor? ¿Estaba tratando de alguna forma de asegurarse que de que seguía siendo su pequeña? ¿Estaba tratando de suavizar con galletas a su papá por algo incorrecto que había hecho?
No, había un mensaje más profundo y sincero detrás de aquellas galletas, ella las había preparado porque quería mostrarle a su papá que le amaba con todo su corazón. Esto era una clara evidencia de su estrecha relación. Lo hizo porque era su papá, no para ganarse de alguna manera el derecho de ser su hija.
Esto mismo ocurre con las buenas obras que deberíamos hacer como seguidores de Jesús. No hacemos buenas obras para ganarnos un mejor lugar en el cielo. Más bien, nuestras buenas obras son el resultado de nuestra salvación, agradecimiento, amor y fe en Jesús.
Jesús sin lugar a duda completó satisfactoriamente nuestra necesidad de salvación. Y la razón por la cual lo hacemos, no es para ganarnos Su favor, sino para mostrar nuestro amor por Él.
- Las buenas obras son una de las mejores muestras de un corazón agradecido.
- El servicio a nuestro Señor debería causarnos la mayor de las alegrías. ¿Y tú, en qué le sirves a Jesús?
HG/MD
“Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.” (Efesios 2:10).
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