Lectura: Salmos 119:97-104
No sé si te ha pasado, pero en ocasiones siento que estoy teniendo una segunda infancia, pues tengo el deseo de comer cosas dulces, tal como las palomitas de maíz dulces, o helados de diferentes sabores, o bolsitas de golosinas; aún más, recuerdo un eslogan publicitario que decía más o menos de la siguiente forma: “A que no puedes comer solo una”.
Esos dulces de la infancia eran deliciosos; sin embargo existe algo aún mejor. David en el Salmo 19:10 dice: “…Son más dulces que la miel que destila del panal”. Al igual que las golosinas, “no puedes comer solo una”, así son las dulces palabras contenidas en las Sagradas Escrituras, mientras más las leas, desearás seguir leyéndola, no podrás quedarte con unas cuantas líneas. Es un apetito que se incrementa en la medida que uno se alimente de ella, y mientras más alimento recibes, mayor es el crecimiento.
Otro ejemplo de este principio, es algo muy natural que también hacemos. Muchas personas al levantarse en la mañana, prenden la cafetera con el fin hacer un buen café o calentar agua para un té, o toman un envase para servirse jugo de naranja u otro tipo de frutas; esto lo hacen porque tienen un hábito alimenticio. De igual forma, cuándo nos acostumbramos a abrir nuestras Biblias diariamente para realizar un breve estudio de la Palabra de Dios, ello crea en nuestras vidas uno de los mejores hábitos que podemos tener, llegando al punto de sentirnos mal cuando no tomamos tiempo para hacerlo, como si saliéramos de nuestras casas con el estómago vacío. Si bien es cierto que puedes irte sin comer, empezarás mal tu día y con el tiempo te empezará a afectar la salud.
Aparta un tiempo en tu día para leer la Palabra de Dios, puede ser en la mañana, en la tarde, o en la noche, como mejor funcione para ti, pero recuerda: debes buscar un lugar tranquilo, si es posible privado, lleva tu Biblia (la versión de tu preferencia), si puedes llevar contigo un cuaderno, libreta o papel, donde apuntar lo que estás aprendiendo, mucho mejor.
- Si nunca lees Su Palabra, no entenderás el maravilloso plan que Dios tiene para tu vida.
- Cuando tengas desarrollado el hábito de estudiar Su Palabra, trata de contagiarlo a otros para que ellos también disfruten de una buena salud espiritual.
HG/MD
“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!” (Salmos 119:103)