Lectura: Salmos 100:1-5
La escritora, relojera, y activista neerlandesa cristiana, célebre por brindar refugio a los perseguidos por el régimen nazi durante el holocausto, Corrie ten Boom (1892-1983), nos describió el horror que ella y su hermana Betsie atravesaron en un campo de concentración nazi a principios de la década de 1940.
En una ocasión las obligaron a quitarse la ropa durante una inspección. Corrie se sentía ultrajada y abandonada, pero de pronto recordó que Jesús fue colgado desnudo en la cruz. Con asombro y reverencia le susurró a su hermana: “Betsie, a Jesús también le quitaron la ropa”. Betsie sacudida por esa verdad, exclamó: “Ay, Corrie… y yo nunca se lo agradecí”.
Siempre es más sencillo quejarnos que ser agradecidos. La realidad es que vivimos en un mundo lleno de problemas, luchas y aflicciones; por supuesto, hay mil y una razones para quejarnos todos los días. No obstante, el Salmo 100 exhorta al pueblo de Dios a estar felices, gozosos y agradecidos: “Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos y ovejas de su prado” (Salmos 100:3).
Siempre debemos considerar quiénes somos, respondiendo con gratitud cada vez que podamos, ya que aun en la peor de las circunstancias podemos recordar el amor de Cristo y su sacrificio por nosotros.
- Qué este mundo no te robe la gratitud del corazón, recuerda que eres un hijo de Dios y que vales tanto que dio su vida por ti.
- Dios te muestra su bondad y misericordia cada día, entonces tienes muchas razones por las cuales estar agradecido.
HG/MD
“Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos y ovejas de su prado” (Salmos 100:3).
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