Lectura: Hebreos 11:32-12:4

En el Museo Memorial de Veteranos ubicado en Branson, Missouri, se puede visitar una pared blanca con los nombres de más de 406.000 hombres y mujeres que dieron su vida en la Segunda Guerra Mundial, con el fin de defender un mejor futuro para sus hijos.

Muchos pueblos tienen museos de este tipo, y en algunos se separa un día para recordar a aquellos héroes caídos en batalla, quienes pelearon por defender a sus países e ideales.  Ya sea que estemos de acuerdo o no con esos ideales, todos deberíamos al menos reconocer su valor y sacrificio.

En el libro de Hebreos en su capítulo 11, nos encontramos con una lista de héroes y heroínas, quienes vivieron intensamente y murieron valientemente todo “por la fe”.  Ya casi terminando el capítulo, el autor deja de citar nombres específicos y empieza a citar grupos de personas, que en algunos casos tenían como factor común, liberaciones extraordinarias; soportando para ello hasta la tortura y en muchos de los casos, terminando con su propia muerte; fueron héroes que no se dieron por vencidos en la fe en Dios que profesaban.

Ya sea individual o colectivamente, estos extraordinarios seres humanos nos recuerdan que la batalla espiritual aún no ha terminado; significa que todos esos héroes abrieron camino para que nosotros continuáramos valientemente nuestro andar de fe hasta que nos encontremos con el final de nuestra vida.

  1. Por todos los sacrificios por los cuales otras personas han pasado a causa de su fe, y por los que nosotros mismos hemos pasado, debemos mantener nuestra mirada puesta en Jesús y unirnos al gran desfile de veteranos de la fe que vivieron antes que nosotros, y que nos impulsan con su testimonio.
  2. Nunca olvidemos que otros han muerto para que nosotros podamos vivir.

HG/MD

“Consideren, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga el ánimo de ustedes ni desmayen” (Hebreos 12:3)