Lectura: Job 38:1-11
Es muy normal que luego de una situación dolorosa surjan preguntas y reclamos. Las preguntas pueden ser tan variadas como: “¿Por qué permitiste que sucediera esto?, ¿Por qué el culpable está libre?, Dios, ¿no te interesa que yo sufra?, ¿Qué hice mal?, ¿Por qué no fui yo?”
En el libro de Job, se hace un recuento muy amplio de este tipo de sentimientos, y nos presenta al patriarca Job mientras estaba siendo acompañado por sus amigos, mezclando los señalamientos, juicios y lamentos por el sufrimiento que estaba pasando Job.
Job había perdido su familia, su salud y sus posesiones. Este hombre pregunta: “¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada?” (Job 3:20). Luego, agrega: “¿Qué fuerza tengo para seguir esperando?” (6:11), y “¿Te parece bueno oprimir…?” (Job 10:3). Muchos se han enfrentado a una lápida fría, con los ojos llenos de lágrimas y han formulado preguntas similares.
No obstante, cuando sigues leyendo hasta el final del libro, te sorprendes. Cuando Dios le responde a Job (caps. 38–41), lo hace de una manera inesperada. Invierte las cosas y le hace preguntas al patriarca, lo cuestiona de maneras muy diferentes y sabias que muestran su sabiduría y soberanía. Preguntas sobre su magnífica creación: la Tierra, las estrellas y el mar. Todas ellas confluyen en una realidad: Dios es soberano, Dios es omnipotente, Dios es amor y Dios sabe lo que hace.
- Sin lugar a duda vivimos en un mundo injusto, y de hecho la mayor de las injusticias la sufrió nuestro Señor en la cruz al tener que morir, el justo por el injusto, pero Jesús se sostuvo firme pues sabía que el objetivo final valía la pena: la salvación.
- Puedes llorar y cuestionar, es normal, lo que nunca debes olvidar es en quien has confiado, el Dios verdadero, quien tiene un plan perfecto. Este mundo es pasajero, pero lo que nos espera es una vida eterna al final del camino con Él.
HG/MD
“Aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo” (Tito 2:13).