Lectura: Salmo 139:7-16
Si escalas a lo alto de una montaña de tamaño regular en un día de verano, puedes percibir luces a muchos kilómetros de distancia; incluso en una noche oscura podrías alcanzar a ver la luz del alumbrado público ubicada a 48 kilómetros.
Para percibir el entorno de esta forma no hacen falta telescopios ni gafas de visión nocturna, ya que el ojo humano está diseñado con tal precisión que, aun a larga distancia, es posible ver con claridad. Este sencillo hecho es un recordatorio vívido de nuestro Creador maravilloso, quien no sólo diseñó el ojo humano, sino también todos los detalles que conforman nuestro universo.
Además, y a diferencia de todas las otras creaciones, Dios nos hizo a su imagen (Génesis 1:26). Este concepto habla de algo mucho más maravilloso que la capacidad de ver. Se refiere a una semejanza con el Señor la cual nos da la posibilidad de relacionarnos con Él.
Podemos confirmar la declaración de David: “Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmo 139:14).
- No sólo se nos han dado ojos para ver, sino que también hemos sido hechos para que, en Cristo, ¡un día lo veamos cara a cara!
- Te agradecemos Señor por todas las maravillas con que nos sorprendes día a día.
HG/MD
“Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien” (Salmo 139:14).
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