Lectura: 1 Corintios 12:18-27

Un coro de jóvenes creyentes había ahorrado todo el año para viajar en un viaje misionero a la isla caribeña de Jamaica, en su agenda de presentaciones, estaba programada una visita a un hogar de niños con capacidades especiales.

Cuando bajaron del autobús en que viajaban, los jóvenes llevaron consigo regalos que habían comprado para ellos y se los entregaron, uno de esos regalos era una pequeña bola de futbol, la cual entregó el menor de los jóvenes a un pequeño que parecía que tenia muchos problemas con sus articulaciones.

El joven se acercó donde el niño y suavemente le arrojó el balón, pero el niño no pudo sostenerlo, a pesar de sus ojitos mostraban que desea sostenerla desesperadamente, así que de nuevo se acercó y esta vez acomodó la bola hasta que el niño pudo aferrarse a ella.

Luego reuniendo todas sus fuerzas el niño la arrojó a joven, y así estuvieron jugando por aproximadamente 45 minutos, él le depositaba en sus brazos débiles el balón y el niño la soltaba, riendo como no lo había hecho en meses según los encargados del hogar.

Aquel día este joven y el niño experimentaron el impacto que los pequeños actos de amor pueden hacer en las vidas de otros, mostrándonos que somos necesarios y podemos ayudarnos a sobrellevar las cargas de los otros, como parte del Cuerpo de Cristo que somos (1 Corintios 12:20-25).

  1. Muchas personas descartan a los que son diferentes o a los más jóvenes, pero esta historia nos enseña la importancia del servicio sincero para el Señor y para los demás.
  2. Hay muchos niños y niñas que requieren de tu amor para sentirse queridos y experimentar el amor de Dios, ¿qué estás esperando?

HG/MD

“Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros” (1 Corintios 12:25).