Curiosidades
Personajes de la historia de la Natividad – Los pastores de ovejas
En sus orígenes, el pueblo hebreo fue un pueblo de pastores de ovejas y cabras, cuyo modo de vida se remonta a los días de Abel, que cuidaba un rebaño de ganado menor (Gn. 4:2), frente a Caín, que era agricultor. Los grandes patriarcas Abraham, Jacob y sus hijos, fueron todos ganaderos y pastores (Gn. 13:1–6). En Egipto, los israelitas eran conocidos como pastores y ganaderos. Cuando salieron de Egipto, llevaron consigo «sus ovejas y ganado en gran número» (Ex. 12:38). Es más que probable que durante su permanencia en el desierto, sus rebaños se vieran considerablemente reducidos; pero tan pronto entraron en la Tierra Prometida, se dedicaron de nuevo a la actividad ganadera aprovechando los pastos de allende el Jordán. Aunque se dedicaron a la agricultura, no abandonaron sus rebaños, practicando lo que hoy se llama agronomía mixta, es decir, el cultivo de la tierra combinado con la ganadería.
Su importancia para el rebaño
El pastor era imprescindible para el rebaño, pues los pastos estaban diseminados pobremente por enormes extensiones de tierra de sendas inciertas y desiertos frecuentados por alimañas. Iba temprano al redil, donde se hallaban varios rebaños, y llamaba a sus ovejas. Estas reconocían su voz y lo seguían. Después conducía el rebaño a los pastos, quedándose allí todo el día, y en ocasiones incluso las noches, en condiciones climatológicas realmente duras, con jornadas de veinticuatro horas de trabajo (Gn. 31:40; Lc. 2:8). Con todo, era común proveerse de tiendas, mishkenoth, מִשְׁכְּנֹות, para protegerse de las inclemencias del tiempo (Cnt. 1:8; Is. 38:12; Jer. 6:3). Por lo general, se disponía de rediles improvisados, gederoth, גְּדֵרֹות, para encerrar el ganado (Num. 32:16; 2 Sam. 7:8; Sof. 2:6), y en ocasiones, también de tiendas para los animales (ahalim, אַהָלִים, 2 Cro. 14:15). Había atalayas o torres de vigilancia para poder divisar los peligros a los que el rebaño estaba expuesto. El estado de alerta y vigilancia era una de las virtudes principales de los pastores (Miq. 4:8; Nah. 3:18; Lc. 2:8).
Sus herramientas
El pastor defendía el rebaño de las fieras y los merodeadores (1 Sam. 17:34, 35; Is. 31:4), cuidaba de las ovejas recién paridas (Is. 40:11), de las esparcidas (Ez. 34:4, 16; Zac. 11:9) y de las extraviadas (Ez. 34:12; Lc. 15:4). Su equipo consistía en un zurrón para provisiones, un manto, un bastón o cayado y una honda (cf. Jue. 3:31; 1 Sam. 13:21; 17:40, 43). El cayado podía alcanzar uno dos metros de largo, y algunas veces, aunque no siempre, tenía forma de gancho en el extremo para manejar las ovejas, dirigir el rebaño, reunirlo y defenderlo (Sal. 23:4; Mi. 7:14; Zac. 11:7). La honda era una herramienta sencilla y efectiva, que podía usar contra animales o ladrones; la tenía siempre muy a mano para dirigir a las ovejas. Podía arrojar una piedra cerca de la oveja que se descarriaba o se quedaba rezagada, para llevarla nuevamente con el resto del rebaño. En ocasiones era ayudado por los perros, que no eran demasiado dóciles ni fieles, pero que, al ir detrás del rebaño, señalaban el peligro con sus ladridos (Job 30:1). El manto le permitía protegerse de las inclementes noches de invierno (1 Sam. 17:40; Jer. 43:12).
Músicos
Para entretenimiento personal, los pastores llevaban una flauta de dos tubos de caña que producía música en tono menor y reconfortaba sus corazones solitarios, al mismo tiempo que revigorizaba las ovejas. No hay duda de que David usó tal instrumento cuando cuidaba su rebaño, como han hecho los pastores durante siglos. Por eso, la palabra árabe que designa el salmo es mazmoor, que quiere decir «música tocada en una flauta de tubos».
Su salario
El salario de los pastores consistía en una parte de la producción del rebaño, especialmente leche (Gen. 30:32ss.; cf. 1 Cor. 9:7). A medida que los israelitas se dedicaron a otras empresas comerciales más lucrativas, el oficio de pastor fue perdiendo su importancia y dignidad.
Pastores de Belén
En el templo se ofrecía en sacrificio a Dios un cordero sin mancha ni defecto todos los días por la mañana y por la tarde. Para proveer los corderos perfectos para estos sacrificios, las autoridades del templo tenían sus rebaños particulares, y sabemos que los sacaban a pastar en los alrededores de Belén. Es probable que estos pastores se encargaran de cuidar de los rebaños de los que se escogían los sacrificios del templo. Es hermoso pensar que los pastores que cuidaban de los corderos que se sacrificaban en el templo fueron los primeros en ver al Cordero de Dios que había venido a llevar los pecados del mundo.
Su nacimiento entre despreciados
Si las condiciones del nacimiento del Señor fueron completamente humildes y sorprendentes, que ningún ser humano, por más pobre, las habría vivido, la gente con la cual Dios comparte el gran suceso es quizás más sorprendente aún. Cuando un rey nace, los convidados pertenecen a la realeza. Pero acá Lucas relata que los convidados fueron humildes y despreciados pastores. Tal era su condición de marginación y desprecio (igual que los publicanos), que su testimonio no era válido ante los tribunales de justicia, porque los consideraban demasiado ignorantes y poco confiables, porque no podían cumplir todos los detalles de la ley ceremonial; no se podían lavar las manos meticulosamente, ni observar todos los otros preceptos y reglas. Tenían que atender a las necesidades de los rebaños, así es que los religiosos los despreciaban. No tenían espacio en la sociedad, como tampoco Jesús la tuvo.
Fuentes:
Muniesa, D. (2013). PASTOR. En A. Ropero Berzosa (Ed.), Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia (2a Edición, p. 1908-1910). Viladecavalls, Barcelona: Editorial CLIE.
Cevallos, J. C., & Zorzoli, R. O. (2007). Comentario bíblico mundo hispano, Tomo 16: Lucas (pp. 82–83). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
Barclay, W. (2006). Comentario Al Nuevo Testamento (p. 297). Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE.