Lectura: Números 22:21-31
Hay un dato muy curioso que pocas personas conocen y probablemente tu tampoco, ¿sabías que los microbios que tienes en una mano superan la cantidad de personas que habitan la Tierra? ¿O que millones de ellos pueden encontrarse en una gota de agua?
Estos microorganismos son demasiado pequeños para verlos sin ayuda de un microscopio; pero, aunque no los vemos, viven en el aire, la tierra, el agua e incluso en todo nuestro cuerpo. Lógicamente, es algo con lo que no quisiéramos interactuar, sin embargo, constantemente lo hacemos, aunque su mundo está completamente fuera de nuestra percepción.
Las realidades del mundo espiritual también suelen ser invisibles para los seres humanos, tal como lo descubrió el profeta Balaam mientras viajaba por el camino junto con sus dos siervos y su asna: “vio al ángel del Señor, quien estaba de pie en el camino con su espada desenvainada en la mano” (Números 22:23). Para no toparse con el ángel, el animal se desvió hacia un campo, aplastó el pie de Balaam contra una pared y se echó aún con el profeta sobre su lomo. Balaam se enojó y azotó al asna. No se dio cuenta de que estaba ocurriendo algo sobrenatural… hasta que Dios le abrió los ojos (Números 22:31).
La Palabra de Dios establece claramente que existe un mundo espiritual, y es posible que, a veces, nos encontremos con realidades de esa esfera, tanto buenas como malas (Hebreos 13:2; Efesios 6:12). Por esta razón, se nos exhorta a estar alertas, preparados y en oración. Tal como Dios gobierna el mundo que vemos, también lo hace en el invisible.
- Señor, confiamos en que harás Tu perfecta voluntad tanto en el mundo que no vemos, como en el que vemos.
- Te damos gracias porque sabemos que Tú has vencido al mal y al pecado que nos acechaba, y entendemos que debemos vivir de acuerdo con esa realidad.
HG/MD
“Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni lo presente ni lo porvenir ni poderes ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 8:38-39).
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