Lectura: Esdras 7:11-28

El día en que Juan cumplió sus 100 años, se despertó como siempre a las 5:00 a.m., desayunó en abundancia y a las 8:00 a.m. ya estaba en su consultorio médico, listo para atender a sus pacientes de forma gratuita.

Cuando le preguntaron cuál era el secreto de su larga vida, el doctor, sonrió y dijo bromeando: “No morirse”.

Continuó diciendo: “En realidad, va mucho más allá, entregué mi vida al Señor a la corta edad de 10 años, luego de esto crecí en una iglesia con líderes que me enseñaron la importancia de tener una vida centrada en Jesús, me casé con una bella dama que me acompañó durante 50 años de su vida y juntos criamos a 2 hermosas hijas, 10 nietas y 5 bisnietas.  Pero, sobre todo, lo que me ha sucedido es que Dios me está dejando vivir por alguna razón y trato de hacer las cosas que creo que Él quiere que haga”.

El sacerdote Esdras también experimentó “la buena mano de Dios”, cuando encabezó un grupo de regreso a Jerusalén para brindar liderazgo espiritual a los ex cautivos, reedificando el templo y la ciudad (Esdras 7:9-10).  Esdras cobró fuerza y valor al saber que el Señor estaba con él a cada paso del camino.  “Así me fortalecí, pues la mano del Señor mi Dios estaba conmigo, y reuní a los principales de Israel para que partieran conmigo” (Esdras 7:28).

  1. Siempre debemos estar dispuestos a dar lo mejor de nosotros hacia el Señor, sin importar nuestra edad.
  2. Nuestro andar diario con el Señor hará brotar un profundo “gracias Señor” y un creciente deseo de hacer lo que Él quiere que hagamos.

HG/MD

“Sirvan de buena voluntad, como al Señor, no como a los hombres” (Efesios 6:7)