Lectura: Colosenses 3:1-11
Elena llevaba meses planeando un viaje, pero los imprevistos siempre posponían su sueño. Una tarde, mientras caminaba por el parque, se detuvo a observar a un grupo de niños volando una cometa. La alegría espontánea de quienes aún creen en lo imposible la hizo sonreír y entender que los retrasos también pueden ser parte del viaje.
Convencida de que aún no había visto lo mejor, Elena comenzó a prepararse para nuevas aventuras, no sólo con mapas y maletas, sino también con el corazón listo para lo desconocido. Bajo el cielo abierto, se repitió la frase: “lo mejor está por venir”, y se permitió confiar en que cada día tenía el potencial de sorprenderla y llenarla de alegría.
Realmente, aunque la vida es interesante y está llena de expectativas, tan sólo es el inicio de lo que nos espera como creyentes y no se compara con lo que viene. Piensa en el gozo de saber que, aunque la vida sea buena, ¡lo mejor está por delante! O que cuando ayudamos con alegría a quienes lo necesitan, o compartimos el evangelio, estamos invirtiendo en el tesoro celestial.
En momentos de tristeza y sufrimiento, obtenemos esperanza al reflexionar en la verdad de la eternidad que nos aguarda sin lágrimas ni dolor. Con razón, Pablo exhorta: “Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). El futuro que Dios nos ha prometido permite que veamos la vida con una nueva perspectiva.
- Es un maravilloso privilegio vivir aquí a la luz de lo que será allá.
- La esperanza del cielo debe ayudarnos a ver la vida desde la perspectiva del Señor y a fortalecernos para servirle cada día más.
HG/MD
“Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).





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