Lectura: Salmos 19:1-14

Una chistosa tarjeta de felicitación mostraba una vaca increíblemente delgada vagando en un desierto estéril. La vaca flaca estaba destinada a ilustrar de dónde provenía la leche sin grasa. La lógica de la caricatura, por supuesto, es totalmente acientífica. ¡Leche sin grasa, no es producida por las vacas sin grasa!

La idea, sin embargo, me recuerda a un comentario de D.L. Moody: “La mayoría de la gente habla de crema y viven una vida descremada.” Si nuestros corazones están mal alimentados espiritualmente, vamos a producir “leche desnatada o descremada”.  Nuestros labios pueden pronunciar palabras que suenan espirituales en la oración, en la adoración, y en las conversaciones, y hasta quizás demos la impresión de ser «crema de primera calidad.”  Pero la realidad se revela por lo que se produce constantemente en nuestras vidas.

Ahora la pregunta es: ¿cómo podemos vivir como crema y no solamente hablar de ello? David luchó con esto en el Salmo 19. En los versículos 12 y 13 el fue honesto consigo mismo al escribir: ¿Cómo puedo conocer todos los pecados escondidos en mi corazón? Límpiame de estas faltas ocultas. ¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados”. Más allá del perdón, David sabía que necesitaba continuar con la fuerza de Dios y requería de Su ayuda para armonizar su caminar y su hablar. Así que sinceramente oró: “Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor. (Salmos 19:14)

  1. En nuestro caminar, es preciso a pasar de la leche descremada a la crema, con el fin de ser más santos, honestos y misericordiosos, por lo tanto requerimos viajar en el camino que Dios nos ha trazado.
  1. Nuestras palabras y nuestras obras deben decir lo mismo.

NPD/JY