Lectura: 1 Pedro 5:1-9
Un amigo a quien le encanta pescar fue a un lago donde le habían dicho que se pescaban las mejores percas de la zona.
Así que se preparó muy temprano en la mañana con su mejor caña de pescar, con el anzuelo y la carnada: las lombrices de tierra y las lombrices rojas, cuyo movimiento natural son un detonante fiable para las percas, ya que los peses suelen alimentarse de pequeños invertebrados.
De pronto, una perca de boca pequeña se asomó para investigar, se acercó a la tentadora carnada, la miró y volvió a meterse entre las algas. Hizo lo mismo varias veces hasta que detectó el anzuelo. Entonces, sacudió la aleta, desapareció en su guarida y nunca más volvió.
También, el diablo nos incentiva con la tentación como si fuera un anzuelo. Lo muestra agradable y promete satisfacernos; la mejor de las carnadas. Sin embargo, su encanto y poder, termina allí, ya que no puede forzarnos a morder la carnada. Nuestra voluntad les pone límite a sus intentos. Cuando el Espíritu Santo nos advierte y decidimos decir que no, Satanás no puede hacer nada más. Santiago afirma que huye (Santiago 4:7).
Por supuesto, como creyentes podemos recibir mucho consuelo en las palabras del apóstol Pedro, quien experimentó una gran tentación (Mateo 26:33-35), y quien, cerca del final de su vida, escribió: “Sean sobrios y velen. Su adversario, el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quién devorar. Resistan al tal estando firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos se van cumpliendo entre sus hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8-9).
- Tal y como aquella perca se percató del anzuelo mortal, nosotros también podemos resistir la mejor de las “carnadas” que prepare nuestro enemigo.
- Tengamos cuidado con las estrategias que utilizará el enemigo para atraernos y hacernos caer, para evitarlo: ora, pasa tiempo en Su palabra y comparte lo aprendido con otros.
HG/MD
“Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.” (Santiago 4:7).
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