Lectura: Santiago 4:1-10
En un documental sobre la Primera Guerra Mundial, el relator dio un ejemplo sobre la magnitud de las bajas que se dieron debido a este conflicto, y tomó como referencia las bajas británicas; si pusiéramos personas a marchar en hileras de 4, la procesión frente a nosotros duraría al menos siete días. Y sólo estamos hablando de los muertos de una de las naciones en uno de los bandos.
El costo de un enfrentamiento bélico además de monetario, destrucción de infraestructura, y problemas económicos, no se compara con el costo de pérdidas humanas, que ve multiplicado su dolor debido a las familias que sobreviven y no volverán a ver y disfrutar de la presencia de sus seres queridos.
Cuando hay luchas y diferencias entre creyentes, el costo también es muy alto. De hecho, el autor de Santiago nos habla del origen verdadero de estos conflictos: “¿De dónde vienen las guerras y de dónde los pleitos entre ustedes? ¿No surgen de sus mismas pasiones que combaten en sus miembros?” (4:1)
Nuestro pensamiento egoísta muchas veces nos impulsa a enfrentarnos a otra persona, sin considerar las consecuencias de nuestro testimonio en el mundo y de las relaciones con quienes nos rodean. Es por esto que Santiago antes de iniciar con el tema de los conflictos, nos recomienda lo siguiente: “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (3:18).
- Si vamos a ser representantes del Príncipe de Paz, debemos iniciar mostrando misericordia y perdón hacia quienes nos rodean o nos rodearon en algún momento.
- Es más sencillo criticar y luchar, la verdadera valentía reside en mostrar amor hacia quienes no lo tienen o merecen, así como Dios un día tuvo misericordia de nosotros.
HG/MD
“Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).