Lectura: Isa. 40:6-11, 28-31
El guepardo es el felino más rápido del mundo y el mamífero terrestre más veloz que existe. Puede alcanzar velocidades de más de 100 km/h en sólo tres segundos; pero no es muy bueno en distancias largas. Conocer esto les sirvió a unos guardaparques para superar a estos increíbles felinos.
Estos animales les habían complicado la vida a los habitantes de una aldea y habían diezmado considerablemente la cantidad de cabras de los granjeros. Por esta razón los guardaparques hicieron un plan para detenerlos.
Tenían bien identificados a los animales, así que esperaron a que llegara el mediodía, la hora más calurosa, y empezaron a perseguirlos en sus vehículos que soportan estas duras condiciones climáticas. Luego de unos pocos kilómetros los animales se cansaron y entonces fueron fáciles de atrapar; finalmente los reubicaron muy lejos de la aldea.
Muchas veces los creyentes nos parecemos a los guepardos. En ocasiones mostramos una determinación y fuerza que pueden parecer increíbles, pero su duración es a muy corto plazo, por lo que definitivamente estas acciones en poco ayudan a establecer impactos duraderos. El profeta Isaías nos recuerda que somos como las flores del campo que se secan de inmediato bajo el calor del sol (Isaías 40:6-8).
Debido a que Dios sabe esto nos ofrece consuelo cuando ya no podemos seguir adelante. A los que esperamos en Él, nos cuida y renueva nuestras fuerzas, por supuesto siempre de acuerdo con su plan perfecto.
- Señor, gracias porque siempre estás a nuestro lado cuando se acaban nuestras fuerzas.
- Amado Dios, eres nuestra fuente inagotable de fortaleza, esperanza y gozo.
HG/MD
“Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán” (Isaías 40:31).
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