Lectura: Juan 4:31-34
Hace algún tiempo en muchos restaurantes se puso de moda nombrar a uno de sus platillos “la comida secreta”. Para este platillo especial no se indicaba el desglose de los ingredientes en el menú, tan sólo un precio más alto que los otros. La idea del negocio era ofrecer una sensación de expectativa total a sus clientes, prometiéndoles que esa “comida secreta” estaba preparada con los mejores ingredientes del mercado, además correspondía perfectamente al tipo de comida que se ofrecía en el restaurante y que no se iban a arrepentir al probarlo.
Cuando nuestro Señor Jesús les dijo a sus discípulos que tenía una “comida” que ellos no conocían, seguramente les pareció que tenía algún tipo de menú secreto (Juan 4:32). Por supuesto, Él percibió su confusión y les explicó que la comida a la que se refería era hacer la voluntad de su Padre y acabar su obra (Juan 4:34).
Esta conversación viene inmediatamente luego de que nuestro Señor Jesús terminara de hablar con una mujer samaritana sobre el agua viva de la que ella nunca había escuchado, y le reveló que conocía su sed insatisfecha de vida. Cuando el Señor reveló su identidad, ella salió corriendo a preguntar a sus vecinos: “¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29).
Por supuesto, esta comida celestial ya no es un secreto, ahora puede ofrecerse a todos. Jesús nos invita a confiar en su capacidad de satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón. Al hacerlo, descubrimos cómo vivir, no solo por nuestros apetitos físicos, sino por el Espíritu de Dios que satisface nuestra alma.
- Ven a disfrutar de la comida celestial que encuentras cada día en la Biblia.
- Señor, gracias por revelarnos tu verdad, ayúdanos a vivir de acuerdo con lo revelado en tu Palabra para este tiempo en el que nos encontramos.
HG/MD
“Pero les dijo: Yo tengo una comida para comer que ustedes no saben” (Juan 4:32).
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