Lectura: Apocalipsis 3:14-22

A la mayoría de personas les gustan las sopas humeando de caliente y los refrescos muy fríos, casi congelados.  Y también es una verdad, que a casi nadie le gustan cualquiera de estos dos alimentos si se los sirven tibios.  Nuestro Señor tiene la misma actitud hacia las personas que muestran ese tipo de característica, detesta la tibieza (Apocalipsis 3:15).

Algunos piensan de forma simplista, que la alusión a la palabra “frio” tan sólo se refiere al rechazo de la oferta de Jesús, pero esto puede tener un significado aún más amplio.

La iglesia a la cual se dedican estas líneas en Apocalipsis, se trata de la antigua iglesia ubicada en la Laodicea. En la región donde se encontraba esa ciudad existían dos tipos de manantiales, los ubicados en Hierapolis, famosos por sus aguas minerales calientes (la actual Pamukkale, en Turquía), y los manantiales de agua fría de Colosas, provenientes de las montañas nevadas.  Estos dos tipos de aguas eran traídas por medio de acueductos a la ciudad de Laodicea.

Desde tiempos antiguos se conocían los beneficiosos efectos que tiene para la salud este tipo de aguas; las calientes, con sus minerales, ayudan a sanar heridas de batalla, mientras que las aguas frías refrescan al sediento.  La crítica contra los creyentes de Laodicea, posiblemente se refería a que pese a contar con las bendiciones de la Palabra de Dios, no brindaban sanidad para el corazón destrozado por el pecado (Isaías 53:5), ni le daban agua fría y fresca al cansado, o a los necesitados de atención (Juan 4:10).  Eran tibios, ya que no ayudaban a nadie, no eran ni luz, ni sal para el mundo necesitado (Mateo 5:13-14).

  1. Como creyentes debemos hacernos estas preguntas: ¿Llevo refrescantes palabras de ánimo para el corazón afligido?  ¿Llevo sanidad al enfermo, compartiendo la Palabra de Dios que cura al alma separada de Él? ¿Soy indiferente ante el llamado para edificar y evangelizar a mis semejantes?
  2. Un creyente indiferente necesita reconocer su error, y orar para que Dios le provea de una renovada pasión por Su obra.  El Señor nos quiere fríos o calientes, lo que se necesite en el momento.

HG/MD

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!” (Apocalipsis 3:15).