Lectura: Ester 3:1-11; 7:1-10

Un amigo me contó la historia que vivió un compañero de trabajo, quien tenía mucho miedo de ser despedido. Por razones que ni él mismo entendía, su jefe empezó a incluir dentro de su expediente comentarios negativos sobre su labor, a pesar de que era un buen empleado.  Entonces al final del año, junto con su evaluación de desempeño él esperaba la carta de despido; sin embargo, lo que encontró en su lugar fue una felicitación, y luego supo que habían despedido a su jefe porque estaba fomentando una cultura poco productiva en la organización.

A los israelitas les pasó algo muy similar mientras estuvieron cautivos por los Babilonios, Amán el funcionario más importante del rey Artajerjes, se había llenado de soberbia y obligaba a que todos los funcionarios de menor nivel, se arrodillaran y lo honraran, pero Mardoqueo, un judío, se negó a inclinarse, ya que sabía que el único quien merecía dicho honor era Dios (Ester 3:1-2).

Esto enfureció a Amán y decidió no sólo vengarse de Mardoqueo, sino también de todos los judíos dentro del imperio persa. (vv. 5-6). Por medio de manipulaciones, convenció al rey Artajerjes que firmara un decreto que autorizaba exterminar a los judíos, además de ello como su odio por Mardoqueo era inmenso, ordenó construir una gigantesca horca de 25 metros de alto para ejecutarlo (5:14).  Sin embargo, gracias al valor de Ester sobrina de Mardoqueo y a la misericordia divina, los acontecimientos dieron un giro inesperado, ya que Amán terminó siendo ejecutado en la horca que había preparado para Mardoqueo; asimismo, se encontró una solución para el decreto emitido por el rey, lo cual les permitió defenderse (7:9-10; 8:1-16).

  1. Aunque no todos experimentamos la justicia de una forma tan dramática, el Señor si promete que un día vengará todas las injusticias hechas en contra de sus hijos e hijas (Romanos 12:19).   Si este es nuestro caso, debemos hacer todo lo posible por continuar viviendo rectamente y dejar los resultados en las manos del Señor.
  2. Solamente quienes caminan tienen la posibilidad de experimentar los baches del camino, enfrentar el mal tiempo y hasta el dolor debido a situaciones inesperadas, pero podemos estar seguros de que el Señor camina a nuestro lado durante el trayecto y nos espera al final del camino (Mateo 28:20).

HG/MD

“Y enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).