Lectura: Josué 1:1-9

Vivimos en una sociedad que premia la eficiencia y la conveniencia al cualquier costo, incluso sacrificando la interacción personal.

Tan sólo por citar un ejemplo todos hemos experimentado esas voces electrónicas que nos guían a través de innumerables menús de opciones antes de poder acceder a una persona.  

Aunque pensemos que la vida es más sencilla si no tenemos que lidiar con personas y sus relaciones, las cuales en algunos casos se vuelven problemáticas y consumen nuestro preciado tiempo; Dios tiene una perspectiva diferente y cómo seguidores de Jesús se nos desafía a seguir relacionándonos con ellas, incluso las problemáticas en nuestro entorno y más allá de él.

Josué tuvo que vivir ese dilema en carne propia al suceder al baluarte de su pueblo: Moisés, tan sólo imagina todo lo que pudo haber pensado cuando Dios le dijo lo siguiente: “…levántate, pasa el Jordán tú con todo este pueblo a la tierra que yo doy a los hijos de Israel” (Josué 1:2). 

Si yo hubiera estado en los zapatos de Josué posiblemente hubiera dicho lo siguiente: “Pero Señor, este pueblo está lleno de personas que quejan por todo, ¿no sería más sencillo que hicieras una última limpieza y separas del pueblo a los quejumbrosos e inseguros?”  Pero de seguro inmediatamente el Señor me recordaría de nuevo lo que ya había dicho: “Tú con todo este pueblo”.

Esa es la forma en la cual Dios hace las cosas, las personas nunca serán un medio para llegar a un fin; las personas son el fin.  Sin importar si son inconvenientes e ineficientes, si se quejan o son positivas, si son seguras o inseguras.  Así es la misericordiosa gracia de Dios.

  1. Las personas que nos rodean forman parte de nuestras vidas, sin importar que las consideremos como problemáticas o no, todos necesitamos que nos muestren a través de actos de misericordia, el inmerecido el amor de Dios.
  2. En el plan de Dios estás tú, él y ella, según su perfecta voluntad.

HG/MD

“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4:10).