Lectura: Juan 6:25-29

Un artículo sobre las culturas orientales trataba sobre algunas de sus particulares costumbres, por ejemplo, en algunos lugares en vez de decir: “¿Cómo estás?”, preguntan: “¿Comiste hasta quedar satisfecho?”.

Explicaban que posiblemente el origen de este dicho tuvo origen en una época en la que escaseaban los alimentos, y por lo tanto, no se sabía con seguridad si habría una próxima comida que fuera satisfactoria.  Por ello, cuando había suficiente comida, era muy recomendable comer hasta quedar muy satisfecho.

Este tipo de comportamiento es el mismo que vemos luego de que Jesús realiza el milagro de alimentar a 5.000 personas con cinco panes y dos pececillos (Juan 6:1-13).  La multitud lo siguió porque quería más comida (vv. 24-26); en esa coyuntura es que el Señor les dice que no trabajen por el alimento físico que se corrompe sino, “…por la comida que permanece para vida eterna que el Hijo del Hombre les dará… Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás”. (vv. 27, 35).

Como discípulos de Jesús, en algunas ocasiones tendremos que ayudar a quienes por alguna circunstancia no pueden proveerse su comida.  Pero, más importante que dar alimentos físicos es compartir la buena noticia de que nuestra hambre de paz interior, de perdón y de esperanza puede satisfacerse sólo al conocer a Cristo como Salvador y Señor.

  1. Jesús es el pan de vida y te invita a acudir a Él, a un festín para el alma, e insiste en que comas hasta quedar lleno.
  2. No esperes más, ningún otro podrá satisfacer tu hambre y sed espiritual.

HG/MD

“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).