Lectura: 1 Pedro 1:3-12

Quizás conozcas la historia de una persona que no recibió la herencia que debía recibir debido a un testamento defectuoso, o porque pensó que era suficiente dejar por escrito sus deseos sin necesidad de usar los servicios de un profesional en leyes.  Un abogado hizo la siguiente observación con respecto a los testamentos: “Si quieres que tu patrimonio vaya a los beneficiarios que escogiste en lugar de a los abogados, debes evitar usar un documento genérico de esos que abundan por internet, que te dicen cómo hacer el “mejor” testamento, en lugar de ello utiliza los servicios de un abogado experto en esa materia, si quieres que tus últimas voluntades se cumplan”.

A pesar de este consejo, los testamentos hechos por el hombre pueden fallar; no obstante, puedes estar muy seguro de que no encontrarás nada de confuso o erróneo, en la herencia que Dios tiene reservada para los suyos.  El apóstol Pedro afirmó lo siguiente: “…nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable reservada en los cielos para ustedes” (1 Pedro 1:4-5)

También puedes estar seguro que no existe nada, ni la economía, ni la política, ni aun los abogados, que puedan afectar la herencia de Dios, ya que no está sujeta a revisión de los tribunales, ni tiene familiares disgustados.

Nuestra herencia es cierta y eterna (Hebreos 9:15), la garantía de su herencia, es el Espíritu Santo “quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria” (Efesios 1:15).

  1. Nuestra herencia está garantizada por Dios.
  2. Gracias Señor por tu amor inmerecido y tu maravillosa herencia que es vida eterna en Cristo Jesús: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17:3).

HG/MD

“…nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable reservada en los cielos para ustedes” (1 Pedro 1:4-5)