Lectura: 1 Corintios 3:1-9
El 29 de mayo de 1953, el neozelandés Edmund Hillary y su guía serpa, Tenzing Norgay, se convirtieron en los primeros en alcanzar la cumbre del monte Everest, la montaña más alta del mundo. Como Tenzing no sabía usar la cámara, Edmund le tomó una fotografía para probar que habían llegado a la cima.
Más tarde, los periodistas preguntaban repetidamente quién había llegado a la cumbre primero. El líder de la expedición, John Hunt, respondió: «Llegaron juntos, como equipo». Estaban unidos por una meta común y a ninguno le preocupaba quién debía obtener el mayor reconocimiento.
Es contraproducente tratar de determinar quién merece el mayor crédito cuando algo se ha hecho bien. La iglesia de Corinto estaba dividida en dos bandos: los que seguían a Pablo y los que seguían a Apolos. El apóstol Pablo les dijo: «Yo planté, Apolos regó; […] ni el que planta es algo, ni el que riega» (1 Corintios 3:7). Les recordó que eran «colaboradores de Dios» (v.9) y que es Él quien da el crecimiento en el ministerio (v.7).
Nuestra preocupación por quién merece el reconocimiento sólo sirve para quitarle el honor y la gloria que le pertenecen sólo al Señor Jesús.
1. Jesús debe crecer; yo debo menguar.
2. En esta Navidad, reserva un espacio de honor en tu casa para el Señor de Señores Jesús