Lectura: Hebreos 12:1-17
Una dama tenía una caja de seguridad en el banco, en ella guardaba su colección de joyas que había heredado de su familia. Un día fue invitada a la boda de una de sus sobrinas, así que pensó que era el momento adecuado para usar sus amadas joyas.
El evento se realizó un sábado por la tarde, razón por la cual le fue imposible devolver las joyas a su caja de seguridad, además el lunes siguiente era festivo así que las oficinas del banco abrían hasta el martes, así que de momento las guardó en una pequeña cajita de madera que estaba llena de hilos de coser; pero debido a los compromisos que aparecieron en esos días, se olvidó de ellas por mucho tiempo.
Meses después, unas amigas la visitaron y una de ellas le dijo que estaba solicitando la colaboración de sus conocidas para que donaran cosas o antigüedades que ya no usaran, con el fin de ser subastadas para la caridad; entre muchas otras cosas la mujer le regaló la pequeña cajita de madera con las joyas. Días después, la invitaron a otro evento y recordó de inmediato lo que había hecho; se fue a buscar a su amiga, pero cuando llegó, ya la caja había sido vendida por tan sólo 10 dólares a una desconocida que se la había regalado a su pequeña nieta.
El dolor que pudo haber experimentado esta mujer es similar al dolor que sintió Esaú. El también experimentó lo que es darse cuenta de repente, que se ha perdido algo de gran valor (Génesis 25:29-34). Su pésima decisión y posterior tristeza, son grandes lecciones para nosotros como creyentes.
En Hebreos 12 se nos enseña que si nos enojamos por el resultado de la corrección que recibimos cuando pecamos, estamos perdiendo los beneficios de la disciplina de Dios (Hebreos 12:5).
¿Cómo podemos evitar pérdidas innecesarias? Debemos estar conscientes que cuando pecamos es necesaria la corrección, así como aprender de esos errores para no volverlos a cometer; al hacer esto mostramos valor (Hebreos 12:11) y renovamos nuestro compromiso con Dios (Hebreos 12:14).
1. Así como la mujer de la historia y Esaú sintieron un profundo dolor; durante ese sábado, luego de la crucifixión de Cristo, Pedro tuvo mucho en que pensar, se dolió por su actitud de negar al Señor no una, sino tres veces, y lloró amargamente (Mateo 26:75). Había aprendido una gran lección y estaba sufriendo mucho, pero pronto Su Señor lo reconfortaría.
2. No puedes dejar tus pecados atrás, si antes no los has confrontado, te has arrepentido y pedido al Señor que te ayude para no volver a pecar.
HG/MD
“¿Y ya han olvidado la exhortación que se les dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él” (Hebreos 12:5).