Lectura: Salmos 18:1-19

Cuando uno ama a otra persona existe un apremiante deseo de expresarlo.  De ahí aquellos bellos versos de la poetisa inglesa Elizabeth Barret Browning: “¿Qué cómo te amo? ¡Contaré las maneras!”.

Y yo me pregunto, ¿Cuándo nos sentimos apremiados a expresar nuestro sincero y rebosante amor a nuestro Señor?  Se necesitan diferentes cosas según sea la persona, pero los tratos personales de Dios en nuestras vidas están diseñados para generar un amor renovado por Él.

Recuerdo especialmente una ocasión en que Dios obró en mi vida.  Debido a crecientes presiones. Mis energías se estaban consumiendo poco a poco y el amor a Dios estaba lejos de mi mente.  Aunque no estaba pensando en el Salmo 18 en ese momento hice lo que hizo David en el versículo 6: “Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedí ayuda…”.  Inmediatamente sentí en medio de mi tormentosa situación, lo que dice el verso 16: “Desde lo alto el Señor me tendió la mano y me rescató de las aguas tumultuosas” ¡Cuánto lo amé entonces, no sólo porque me había dado fortaleza, sino porque Dios era, es y será mi fortaleza.

Piensa retrospectivamente en la obra especial que Dios ha hecho en tu vida y dile desde tu corazón: ¡Gracias Señor por tu inmerecido amor hacia mí!

  1. Clama a Él por tus necesidades de hoy. Luego escribe tu propio salmo de amor: que puede empezar de la siguiente manera: “Te amaré, oh Señor…”
  1. Para renovar tu amor por Cristo, repasa el amor de Cristo por ti.

NPD/JEY