Lectura: 1 Reyes 19:1-18

Nuestros hijos crecieron con la costumbre de darle gracias a Dios por su comida y pidiéndole que bendijera la comida y las manos que la habían preparado. Una vez, después de que mi marido había orado, Nuestra hija preguntó: «Papá, ¿por qué pedirle a Dios que bendijera los alimentos?» Esa pregunta me dio lugar para tener una buena conversación con nuestra hija, acerca de lo agradecidos que debemos de estar con Dios por suplir esas necesidades cotidianas.

En la lectura de hoy, nos encontramos con Elías en una condición «tambaleante». Después de su experiencia en la cima de la montaña (1 Rey. 18), terminó en el desierto, cansado, desanimado y con hambre. Un ángel le trajo comida, y más tarde el mismo Dios ministró al desalentado Elías, hablando con él con una voz suave y apacible.

Tanto Elías, como todos nosotros tenemos momentos «tambaleantes o de duda». Si no hemos tenido tiempo para cuidar de nuestras necesidades físicas, tendremos que descansar y comer. Y si nos sentimos débiles espiritualmente, debemos tomar tiempo para estar en silencio y escuchar la voz apacible de Dios en Su Palabra. Este es el alimento esencial para nuestras almas.

Es bueno hacer una pausa antes de los alimentos para pedirle a Dios que use la comida para satisfacer nuestras necesidades corporales. Pero es aún más importante  leer Su Palabra y pedirle que nos nutra espiritualmente. Después de todo, sólo Él es el Único que puede fortalecer nuestras “rodillas temblorosas”

1. Señor, cuando estemos cansados ​​y con sensación de debilidad,  has que te busquemos por medio de tu Palabra, la cual hablará a nuestros débiles corazones; Danos nuestro pan de cada día, el espiritual y el físico, para estar fortalecidos en el largo camino de la vida.

2. Cuando la vida te lleve hacia abajo, toma tiempo para mirar hacia arriba. (Col.3:1-4)

NPD/JY