Lectura: Marcos 12:41-44
A un misionero con muchos años de experiencia lo habían invitado a una iglesia para que compartiera sobre el tema de las misiones; luego de contar todos los desafíos y bendiciones que conlleva este trabajo para el Señor, invitó a la congregación para que invirtieran un poco de sus ingresos para el sostén del esfuerzo misionero. Mientras esto sucedía, el invitado logró ver cuando un padre conversaba con su hijo, el niño le hablaba y su padre sonreía. Un minuto después lo vio nuevamente susurrar al oído de su papá, quien nuevamente sonreía animadamente.
Después del servicio, el padre se le acercó al misionero para contarle lo que su hijo le había dicho. El niño había prometido entregar su mesada semanal para las misiones durante dos meses, pero luego volvió a decirle: “Papito, supongo que sabes que voy a necesitar un aumento en mi mesada”, y esa es la razón por la cual se reía tanto. A pesar del intento del niño por recuperar “algo” de su mesada, su papá y mamá estaban complacidos por la generosidad voluntaria de su hijo.
En nuestra lectura devocional en Marcos 12:41, el Señor se sentó a ver a la gente rica depositando sumas considerables de dinero en el tesoro del templo. Mientras sucedía esto, una viuda también llegó al templo para dar su ofrenda de dos blancas, que era la moneda de menor valor en este tiempo. Sabiendo que ese era todo el dinero que tenía, Jesús les dijo a sus discípulos: “De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca” (Marcos 12:43).
1. El punto de Jesús no es que siempre debamos ofrendar todo nuestro dinero, lo que si debemos hacer es dar de todo corazón y estar dispuestos a confiar en Él plenamente, esta es la clase de ofrenda que agrada a Dios.
2. Puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar.
HG/MD
“Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).