Lectura: Romanos 8:1-17
¿Alguna vez te has sentido como si fueras una bolita redonda tratando de calzar en un espacio cuadrado? ¿Deseas que las relaciones con tus seres queridos te hagan sentir especial, apreciado, valorado, respetado, animado, apoyado y aceptado? ¿En ocasiones has sentido que las personas a tu lado o con quienes trabajas te usan, pero no te aprecian?
Muchos estudios atribuyen a la desintegración familiar la mayor parte de la culpa, por ser una de las principales razones por las cuales tantos jóvenes y adultos sienten que van por la vida sin rumbo ni metas. Si no nos sentimos “en casa” cuando estamos en casa, eso afecta todas las demás relaciones.
Si bien esto es en parte cierto, tenemos un problema aún más grande, y es que todos venimos de una familia espiritualmente desintegrada, todo a causa del pecado original de Adán; y como consecuencia, ese pecado infectó a toda la humanidad a partir de ese momento y tenemos una sensación de pérdida (Romanos 5:12-21). Es por ello, que todos en lo más profundo de nuestro ser buscamos un lugar al cual pertenecer (2 Corintios 5:17).
Pero todavía hay esperanza. Hay un lugar para cada uno de nosotros en la familia de Dios, y Él ha hecho todo lo que se necesita para hacernos sus hijos e hijas. Tal y como lo dice el apóstol Pablo en Romanos 8:15: “Pues no recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor, sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”.
- ¿Buscas un lugar al cual pertenecer? Si es así, recuerda que Dios te ama, Él te quiere ayudar y acompañar durante toda tu vida. Si quieres un lugar en la familia de Dios, todo lo que tienes que hacer es creer en Jesucristo y aceptar que lo necesitas como tu Salvador.
- Formar parte de la familia de Dios transformará tu vida y tus relaciones, tendrás un lugar que podrás llamar hogar al lado de tus nuevos hermanos y hermanas en Cristo.
HG/MD
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17).