Lectura: 3 Juan 1-15

Quizás una de las cosas en que la mayoría estamos de acuerdo, es que normalmente la vida se trata de una mezcla entre situaciones buenas y malas.

Y esto se aplica a todas las situaciones de la vida: las relaciones familiares, el trabajo, amistades y la iglesia.  Pero, lo más doloroso es cuando el egoísmo y la inmadurez entran en la escena, dentro de la comunión de quienes procuramos adorar y servir al Señor.

En relación con este tema, el apóstol Juan le escribió a su amigo Gayo elogiando la fidelidad y hospitalidad de los miembros de su iglesia (3 Juan 3-8).  Pero, en un punto y aparte, Juan también se refiere a Diótrefes “quien ambicionaba ser el primero”, y había creado un ambiente hostil en la iglesia.

Es por esto que Juan hace una advertencia sobre esta situación, indicándoles que si puede ir a visitarlos se encargará de tratar de corregir el mal testimonio de este hombre. Mientras tanto, también exhorta a cada integrante de la congregación, diciéndole: “amado, no imites lo que es malo sino lo que es bueno. El que hace lo bueno procede de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios” (v. 11).  

El principio que el apóstol Juan quiere enseñar también es repetido por instrucción del apóstol Pablo a los creyentes en Roma: “No seas vencido por el mal sino vence el mal con el bien” (Romanos 12:21).

  1. En cualquier conflicto quizás nos sintamos tentados a “devolver fuego con fuego”. Sin embargo, los apóstoles Juan y Pablo nos instan a no hacer esto sino más bien confiar en el Señor haciendo lo correcto y bueno, que también puede incluir conversar respetuosamente con las personas que nos adversan, y sobre todo orar para que Dios tome el control de la situación.
  2. Finalmente recuerda, todo lo que hagamos debe honrar a nuestro Señor Jesús (Colosenses 3:17).

HG/MD

“Y todo lo que hagan, sea de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).