Lectura: Deuteronomio 6:1-9

La familia había decido llevar a su pequeño de 3 años a su primer viaje al museo de Historia Natural de la ciudad.  Cuando visitaron la exhibición del océano, había colgada sobre el techo una escultura de una ballena azul, la más grande del mundo.

El pequeño la miró y dijo asombrado: “Formidable”.   El papá, miró a su esposa y le dijo: “¿Cómo sabe esa palabra?”.  “Seguramente, nos escuchó decirla”, contestó ella.  El papá se encogió de hombros sorprendido de que el pequeño hubiera absorbido vocabulario que no le habían enseñado intencionalmente.

En Deuteronomio 6, Dios animó a su pueblo a enseñar a los más jóvenes a conocer y obedecer las Escrituras.  A medida que conocieran más a Dios, ellos y sus hijos respetarían al Señor y disfrutarían de las recompensas de conocerlo íntimamente, amarlo y obedecerle (vv. 2-5).

Si saturamos nuestro corazón y nuestra mente con las Escrituras (v. 6), estaremos mejor preparados para compartir sobre el amor y la verdad de Dios con nuestros hijos durante las actividades cotidianas (v. 7). Al guiar con el ejemplo, podemos preparar y animar a los jóvenes a reconocer y a respetar la autoridad y la relevancia de la verdad inmutable de Dios (vv. 8-9).

Si las palabras de Dios fluyen con naturalidad de nuestro corazón y nuestra boca, podemos dejar un legado sólido de fe para transmitir de generación en generación (4:9).

  1. ¿Qué te están oyendo decir tus hijos, palabras deshonestas e inapropiadas o palabras correctas y no contaminadas por la vulgaridad de este mundo?
  2. Tienes el privilegio como papá o mamá de compartir con tus hijos la lectura y estudio de la Biblia, ¿lo estás haciendo?

HG/MD

“Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7).