Lectura: Apocalipsis 3:14-22

Día tras día el amoroso padre iba al hospital, siempre llevaba flores en sus manos y las depositaba en su mesita.  Se sentaba junto a la cama de su hijita de 6 años que se encontraba en estado de coma y le hablaba del maravilloso mundo que había al otro lado de su ventana.  A veces le contaba un cuento.  Pero, en su estado inconsciente, el único sonido que ella hacía era su respiración dificultosa.

Un día su enfermera conmovida por la fidelidad no recompensada del padre, se aventuró a decir: “Debe ser duro dar tanto amor viéndola así”

El respondió rápidamente: “Voy a seguir viniendo, trayéndole flores y contándole cuentos aunque ella no se entere, porque la quiero, me quiera ella a mi o no”.

¡Que agudo y tierno ejemplo del amor de Dios!  Dios nos ama paciente e incansablemente.  Puede que no seamos conscientes de Su presencia, como si estuviésemos espiritualmente en coma.  Pero no tenemos que estar así.  Lo que nuestro amoroso Señor dijo a la iglesia de Laodicea lo dice a cada uno de nosotros: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apoc.3:20).

  1. Hoy como siempre, Dios quiere llegar a ti. Responde ahora mismo al amor que no cesa.

 

  1. El amor de Dios no cesa, pero tienes que aceptar el amor, reconociendo tu incapacidad de salvarte a ti mismo.

NPD/VCG