Lectura: Esdras 3:10-13

Un niño había solicitado a sus padres que le consiguieran unas clases de pintura, pues tenía una gran ilusión por pintar, debido a que había visto a algunas personas hacerlo en la televisión.  Luego de unas pocas lecciones, aquel niño buscó para pintar, algo que siempre le había llamado la atención, las rosas de Sarón que le había enseñado su tía en las lecciones bíblicas que compartía con él en la iglesia local.

El niño logró pintar esa hermosa obra de arte de nuestro Señor, con un detalle que sorprendió a muchos; no obstante, y para sorpresa de todos, ese mismo día su querida tía murió; así que aquella pintura despertó una extraña mezcla de sentimientos en el niño, al recordar a su tía y al mismo tiempo celebrar su talento que trajo gozo en medio del dolor.

El pueblo de Judá también vivió muchas experiencias agridulces al regresar a Jerusalén de su cautiverio en Babilonia.  Tan pronto como iniciaron con la reconstrucción del templo, empezaron a cantar alabanzas al Señor, pero al mismo tiempo algunos de los más ancianos que habían regresado, recordaron la belleza original del templo, el cual había sido destruido a causa del ataque de los babilonios, así que empezaron a llorar.  Era tanta la confusión que causó ese momento que: “no podía distinguir la voz de los gritos de alegría de la voz del llanto del pueblo” (Esdras 3:13).

Las emociones son así, en ocasiones miramos con tristeza lo que dejamos atrás, pero al mismo tiempo nos maravillamos por el futuro glorioso que nos espera al lado de nuestro Señor (Juan 14:2).

  1. Aun en medio del dolor, Dios proveerá esperanza y gozo para poder continuar nuestro andar de fe.
  2. Tenemos una esperanza gloriosa que sobrepasa cualquier situación pasajera del presente (Filipenses 3:20).

HG/MD

“Y por causa del griterío, el pueblo no podía distinguir la voz de los gritos de alegría de la voz del llanto del pueblo; pues el pueblo gritaba con gran júbilo y el bullicio se oía desde lejos” (Esdras 3:13).