Lectura: Filipenses 1:12-21

En una conferencia le consultaron al expositor que tenía más amplia experiencia en consejería, cuáles eran los temas más importantes por los que la gente acudía a él. Entonces, contundentemente respondió: “La raíz de muchos problemas son las expectativas frustradas. Si no se tratan, generan enojo y amargura”.

Y es que es muy normal que las personas traten de buscar situaciones de vida que las hagan sentir queridas y reconocidas. No obstante, cuando empiezan a aparecer las complicaciones, las expectativas que tienen se empiezan a frustrar. ¿Qué debemos hacer?

Un buen ejemplo de esa situación y cómo reaccionar ante esas frustraciones, lo encontramos descrito en la carta a los filipenses.  El apóstol Pablo estaba encerrado en una cárcel y mortificado por algunos creyentes de Roma quienes no lo apreciaban (Filipenses 1:15-16), a lo que el apóstol permanecía sorprendentemente entusiasta, ya que consideraba que Dios le había dado un nuevo campo misionero: el encierro carcelario.

En este nuevo campo misionero les testificaba de Cristo a los guardias, lo cual posiblemente introdujo el evangelio en la casa del César. Y aunque sus opositores predicaban el evangelio por motivos equivocados, Cristo era predicado, y Pablo se regocijaba (v. 18).

El apóstol nunca esperó estar en un gran lugar ni resultar agradable a todos. Solamente deseaba que Cristo fuera magnificado en él (v. 20). No estaba decepcionado.

  1. Si nuestra expectativa es testificar de Jesús ante quienes nos rodean, sin importar dónde ni con quiénes estemos, nos sentiremos más que satisfechos.
  2. Cuando entendemos que, al compartir el mensaje de salvación a quien aceptan o rechazan no es a nosotros sino al Señor y su mensaje, se quita un enorme peso de nuestros hombros y ello nos impulsa a continuar su obra, la cual busca que el Señor sea magnificado sin importar las circunstancias.

HG/MD

“¿Qué, pues? Solamente que de todas maneras Cristo es anunciado, sea por pretexto o sea de verdad, y en esto me alegro. Pero me alegraré aún más” (Filipenses 1:12).