Lectura: Josué 7:1-13
Un entrenador recién graduado estaba dando sus primeros pasos como entrenador de equipos de secundaria, él estaba muy motivado con los jugadores de su equipo, pues estaban ganando con facilidad todos los partidos que habían enfrentado.
Llegó el día de enfrentar a una secundaria que era su rival histórico, así que envió a sus asistentes a “espiar” algunos de sus juegos. Cuando regresaron las noticias fueron: “Podemos ganarles fácilmente” y por supuesto ya sabes como termina esa historia, perdieron estrepitosamente contra su archi rival.
¿Te suena conocida esta historia? En la Biblia encontramos una muy similar, cuando Josué mandó a sus espías y ellos juzgaron mal la fortaleza del enemigo.
Pero, hubo muchas otras cosas que causaron la derrota en aquel lugar además de la mala investigación, Israel perdió la batalla y a 36 soldados por varias razones aleccionadoras, aunque no habían sufrido bajas durante las batallas anteriores.
Por eso es importante recordar que poco antes de la derrota, Josué había liderado exitosamente a su ejército frente a Jericó porque conocía el plan de ataque divino. Sin embargo, no se menciona que haya consultado a Dios antes de atacar Hai.
Previamente a la batalla contra Jericó, los hombres se habían consagrado a Dios (Josué 5:2-8), pero en este caso, no se dice nada de que se hubieran preparado espiritualmente.
La razón principal que da la Biblia para la derrota de los israelitas, es el pecado en el campamento. Acán había robado parte del botín de Jericó (7:1), así que, no podrían conquistar Hai hasta que se confesara el pecado y el pueblo volviera a consagrarse (7:16-26). Recién entonces, Dios les dio un plan para triunfar (8:1-7).
- Entonces, ¿cuál es la estrategia para ganar tus batallas cotidianas? Confesar el pecado y vivir en el poder que Dios suministra.
- Nunca subestimes a nuestro enemigo, él sabe muy bien cuáles son tus debilidades y tratará de aprovecharse de ellas, así que ora, pide a Dios dirección y si es necesario confiesa alguna falta que estés cometiendo.
HG/MD
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).