Lectura: Salmos 150:1-6

Al leer el Salmo 150 encontramos una lección sobre cómo alabar al Señor. Nos dice: dónde, por qué y cómo ofrecer alabanzas, y quién debe hacerlo.

Entonces, primeramente: ¿Dónde alabamos? En el “santuario” de Dios y “en su poderoso firmamento” (Salmos 150:1). Por lo que cualquier parte del mundo donde nos encontremos es un lugar apropiado para alabar a Aquel que creó todas las cosas.

Segundo, ¿Por qué alabamos? Primero, por lo que Dios hace: “sus proezas”.   Entonces es por lo que Él es. El salmista alababa al Señor por “su inmensa grandeza” (Salmos 150:2).  Podemos estar completamente seguros de que el Creador Todopoderoso es el sustentador del universo.

Tercero, ¿Cómo alabar? La respuesta es sencilla y muy práctica: en voz alta, en silencio, con suavidad, con entusiasmo, con ritmo, con denuedo, de manera inesperada, sin temor. En otras palabras: podemos alabar a Dios de muchas formas y en diversas ocasiones (Salmos 150:3-5).

Y por último y no menos importante: ¿Quién debe alabar? “Todo lo que respira alabe al Señor” (Salmos 150:6): jóvenes y ancianos, ricos y pobres, débiles y fuertes, toda criatura viviente. La voluntad de Dios para todos aquellos a quienes les dio aliento de vida es que utilicen ese aliento para reconocer su poder y grandeza.

  1. La alabanza es nuestra expresión entusiasta de gratitud a Dios por reinar en gloria para siempre.
  2. ¡Gracias Señor, aleluya!

HG/MD

“¡Todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!” (Salmos 150:6).