Lecturas: Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:40-46.
Jesús lleva a orar consigo al pequeño equipo que lo acompaña en su ministerio: Pedro, Juan y Jacobo; los mismos que le habían acompañado al monte de la transfiguración (Mateo 17:1), para que le acompañaran en aquellas últimas y terribles horas de su vida terrenal. Luego de esto se retira a solas para orar a su Padre, no sin antes dar a sus acompañantes una simple misión: ¡quédense despiertos y oren!
La angustia de Jesús no se puede confundir o atribuir a un temor humano. Su tristeza estaba asociada a lo que iba a ocurrir en pocas horas; llevaría sobre sus hombros el pecado de la humanidad (Heb.9:28), bebería la copa de la ira de Dios (Is. 51:17, 22; Jer. 25:15–17, 27–29); esto implicaba una terrible realidad y dolor por la separación de su unidad perfecta. Pese a ello vemos nuevamente el grado de compromiso que tuvo nuestro Señor con su misión al responder obediente a su llamado: “Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tu”.
Había transcurrido una hora aproximadamente cuando Jesús regresa con sus discípulos y los encuentra dormidos, al observar esta escena les reclama porque no pudieron soportar despiertos ni siquiera una hora y les reprende diciéndoles que es necesario que estén alerta y oren. Este es un consejo valiosísimo que aplica para nosotros hoy; el Señor conoce que nuestra carne es débil y nuestro compromiso aún más.
Diciéndoles esto Jesús vuelve a retirarse para orar, pero nuevamente los encuentra somnolientos, les vuelve a dar el mismo consejo y se retira por tercera vez. Solamente Lucas nos narra el evento donde el ángel lo consuela y narra que su sudor era como sangre; posiblemente esta es una condición conocida como hematidrosis, cuyo síntoma principal es que los capilares subcutáneos se dilatan y estallan, con lo cual la sangre y el sudor se entremezclan; lo anterior está asociado con la angustia extrema o con un esfuerzo físico violento. Cuando regresa la tercera vez los encuentra nuevamente dormidos, rendidos ante los deseos de la carne por la mezcla de dolor y cansancio que sentían.
- Siempre seremos tentados a renunciar, a darnos por vencidos, a buscar la salida fácil, más ahí es donde debemos recordar que es necesario esforzarnos y ser muy valientes tal como dijo Josué en el capítulo 1:9.
- El ejemplo de Jesús es increíble, le encontramos con personas que se le oponen, discípulos no tan dispuestos y situaciones que le hacían vivir literalmente con lo mínimo. Debemos pensar en las bendiciones que Dios nos ha dado y por las cuales no estamos agradecidos.
MD/HG
Jesús: Nos advierte a estar atentos y a orar. “Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.” Mateo 26:41.
Este devocional forma parte del estudio anual cronológico de la vida de Jesús: La Vida de Jesús, el cual llega a ustedes en alianza con Sonlife Classic.